Un total de 103 personas han muerto, 92 pasajeros y los 11 miembros de la tripulación, al estrellarse en el aeropuerto de Trípoli un avión Airbus 330, vuelo 771 de la compañía libia Al Afriqiyah Airways, procedente del aeropuerto sudafricano de Johannesburgo y con destino final en el aeropuerto de Gatwick, en Londres. El avión se disponía a realizar una escala en el momento del accidente. Sólo hay un superviviente: un niño de ocho años de nacionalidad holandesa.
Los pasajeros eran de diversas nacionalidades, sobre todo sudafricanos y británicos. Todos los tripulantes eran de nacionalidad libia.
Según han señalado fuentes de los servicios de seguridad del aeropuerto de Trípoli el avión ha explotado cuando aterrizaba y se ha desintegrado totalmente.
Las condiciones meteorológicas eran buenas. Entre las razones del accidente se barajan desde fallos técnicos a errores de los pilotos; se descarta que la nube volcánica haya tenido ninguna relación, dado que las cenizas procedentes de Islandia que han llegado al norte de Africa sólo han afectado a Marruecos.
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Mientras en España seguimos a vueltas con el accidente de Spanair, en el que las filtraciones a la SER de las conversaciones donde se relatan los últimos momentos que vivió la tripulación del vuelo JK5022 (q.e.p.d.) han causado un revuelo justificado: pilotos, controladores, colectivos aeronáuticos han expresado su indignación por la interesada filtración. Mientras, los auténticos responsables siguen en sus puestos, y lo que es peor: Permanecen las condiciones para otro accidente de las mismas características.
Por un lado está la investigación y por otro las medidas urgentes que tenían que adoptarse al día siguiente del accidente: Implantar una operación segura en el Aeropuerto de Madrid-Barajas, así de sencillo y contundente.
Por un lado está señalar con el dedo a los responsables y culpables y por otro la realidad: Hoy puede suceder otra vez.
Por un lado están los lamentos de lo sucedido y por otro la irresponsabilidad de no hacer nada desde el 20 de agosto de 2008.
Y la justicia debe condenar a los auténticos los responsables y culpables del accidente Y a los responsables y culpables de no hacer nada para evitar otro accidente.
Nosotros nos quedamos con los artículos de Alas de plomo y Óscar Molina.