jueves, 18 de diciembre de 2014
NORMAN FOSTER DISEÑARÁ EL NUEVO AEROPUERTO DE CIUDAD DE MÉJICO
Es una regla casi universal que un político adquiere la talla de estadista si deja un legado por el que le recordarán las generaciones futuras, o eso es lo que creen cuando gobiernan. Bien sea ganando una guerra, provocada o sobrevenida, una revolución, administrando un cambio de época, etc., etc., o gastando el presupuesto en alguna obra faraónica en lugar de en mejorar las condiciones de vida de su pueblo.
El presidente de Méjico no pasará a la historia como el que erradicó la violencia, ya convertida en un mal endémico y que ha convertido a este país en un estado fallido en muchos sentidos, ni el que sacó a la población de la miseria en la que aún vive en un nada despreciable porcentaje, a pesar de contar con nombres ilustres en la lista Forbes, etc. Enrique Peña Nieto quiere pasar a la historia como el que dotó a la capital de un nuevo aeropuerto; para lo que cuenta con un dúo magnífico: el arquitecto británico Norman Foster y el yerno de Carlos Slim, Fernando Romero. El presupuesto inicial es de 10.000 millones de dólares (unos 8.000 millones de euros), y la factura final rondará seguramente el doble.
En España, sin ir más lejos que no es necesario en cosa de aeropuertos, la ampliación del Aeropuerto de Madrid-Barajas, ahora de Adolfo Suárez, fue inaugurada dos veces, una por Aznar y otra por Zapatero. Resulta que Aznar se iba y, aunque las obras estaban a medio terminar, dijo que esa obra era suya y la inauguraba él. Nada que ver con el Aznar de la primera legislatura que huía de esas celebraciones innecesarias y llenas de pompa y peloteo. La segunda, la buena, la hizo Zapatero.
Esta gran obra está llamada a ser el emblema de un gran plan de inversión pública. Será la obra de mayor coste y visibilidad nacional e internacional y el emblema del aura de modernidad y transformación que acompaña al presidente Peña Nieto en sus últimas apariciones como un ritual. En fin, una forma de desviar la atención de la espiral de violencia que ha convertido a Méjico en un destino a evitar.
La elección del proyecto de Norman Foster llegó tras un concurso de ideas en el que participaron arquitectos como Zaha Hadid, Richard Rogers o Teodoro González de León. La traza de la obra, inspirada en la simbología mexicana del águila y la serpiente, se caracteriza por su amplitud de volúmenes y ligereza de líneas. En la presentación del proyecto, Foster destacó la influencia del exiliado republicano español Félix Candela (1910-1997), cuyas desafiantes estructuras han marcado a generaciones de creadores.
En una primera etapa, la instalación, de una sola terminal, se limitará a dos pistas paralelas, con una separación 1,2 kilómetros, suficientes para dar servicio a 50 millones de viajeros al año y que permitirán despegues y aterrizajes simultáneos. Es decir, llevando a cabo las reglamentarias y seguras operaciones segregadas y simultáneas a pistas paralelas. Aunque con la posibilidad de ampliarlo en un futuro a seis pistas y una capacidad para 120 millones de pasajeros al año, cuatro veces más que el actual.
La obra se ejecutará en cinco o seis años, por lo que no será Peña Nieto quien la inaugure. A buen seguro que el nuevo o nueva presidente le hará un hueco en un lugar destacado en la celebración. La apertura del nuevo Aeropuerto de Ciudad de Méjico implicará el cierre del antiguo aeropuerto, cuyos terrenos se reciclarán en jardines y espacios para viviendas. Un aspecto clave del aeropuerto será su respeto medioambiental: emisiones mínimas de dióxido de carbono, producción propia de energía y bajo consumo de agua.
El espacio elegido para el nuevo aeropuerto está situado junto al actual y se extiende desde el Distrito Federal hasta el Estado de México por una superficie de 12.500 hectáreas, todas ellas de propiedad federal. Para evitar la oposición vecinal, que en la etapa del presidente Vicente Fox (2000-2006) tumbó otro intento similar, el nuevo proyecto prevé no sólo que la instalación esté rodeada de una amplia zona verde que sirva de pulmón y espacio de esparcimiento para la megalópolis, sino también de complejos residenciales y empresariales y hasta una universidad.
Esta obra y otras del ambicioso plan de infraestructuras han atraído la atención de gobiernos y empresas de todo el mundo, entre ellos, el español. La ministra de Fomento, Ana Pastor, que visitó Méjico junto a los presidentes de Renfe y AENA, recordó el interés de España por participar en el plan y la fortaleza de sus empresas públicas y privadas en los sectores implicados. En Fomento se sigue con especial atención el desarrollo del nuevo aeropuerto, cuya parte operacional es codiciada por AENA, que ya participa junto a la Administración mexicana como socio operador de la zona del Caribe, una de las tres en que se divide México.
Desde Las mentiras de Barajas les recomendamos a las autoridades mejicanas que mantengan lejos a AENA de este proyecto, no vaya a ser que lo pifie como hizo al apostar por la ampliación de Madrid-Barajas en lugar de un nuevo aeropuerto de cuatro pistas paralelas en los terrenos de Campo Real.
Adjuntamos el enlace de la nota de prensa de Foster and partners y un vídeo explicativo del proyecto (si no puede ver el vídeo pulsar aquí).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)