La seguridad aérea es de interés público y afecta a toda la sociedad (Javier Aguado del Moral)


In times of universal deceit, telling the truth becomes a revolutionary act (George Orwell)


Cuando el sabio señala la luna, el necio se queda mirando el dedo (Confucio)

martes, 3 de febrero de 2015

TRES RAZONES PARA NO PRIVATIZAR AENA


El Estado ingresará unos 4.000 millones de Euros por la privatización de AENA. La deuda pública en España se sitúa en 1.020.236 millones de euros, un porcentaje cercano al 100% del PIB. Esto quiere decir que no se trata de una privatización económica, ya que los ingresos obtenidos servirían sólo para saldar el 0,39 % de la deuda.

Tampoco es una privatización técnica, porque AENA es una empresa que cuenta con excelentes profesionales, el 99% de sus trabajadores; aunque ese 1% restante, entre los que se encuentran principalmente directivos políticos y directivos técnicos que vendieron su alma a los políticos, sea el causante del grave daño en su reputación que afecta a AENA, acosada por las consecuencias de una nefasta política de inversiones innecesarias, improductivas y que han puesto en riesgo la seguridad en varios aeropuertos, y entre los que destaca el Aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid-Barajas, y por sus vínculos con la trama corrupta del Partido Popular Gürtel.

Podría tratarse de una privatización ideológica, sustentada en la falsa creencia, y dogma de la derecha liberal española e internacional, que lo privado es más eficiente y funciona mejor que lo público.


También podría tratarse de una privatización de conveniencia. ¿Qué es una privatización de conveniencia? Es la mayor de las corruptelas que han tenido lugar en la España democrática ininterrumpidamente desde el año 1978; es decir, que es consustancial al sistema de partidos dominante durante toda la democracia y que por fortuna está llamado a extinguirse como un fuego fatuo, y con el que comparte origen, la putrefacción del ecosistema. Los dirigentes políticos privatizan a precio de saldo empresas que desarrollan actividades de servicio público en los sectores estratégicos de la energía, banca, telecomunicaciones y transportes, que dan beneficios consistentes, contantes y sonantes y crecientes.

Desde el gobierno de España, a través de la ministra de Fomento Ana Pastor, dirán lo que quieran, pero después del gatillazo anterior, y a pocos meses de las elecciones, esta privatización, rechazada por la inmensa mayoría de los trabajadores, por los sindicatos auténticos (como CGT y FSAI no la pléyade de estómagos agradecidos de la casta sindical), una ciudadanía harta de ver cómo los políticos hacen negocio con los servicios públicos, resto de partidos políticos, etc., continuar con este despropósito esconde motivos turbios que o mucho nos equivocamos o dentro de unos años será una parte o el todo de un escándalo de corrupción.


Las que en un momento fueron empresas públicas: Repsol, Iberia, Endesa Telefónica, Argentaria, etc., ahora son puerto de llegada de políticos salientes en el que encuentran retiros de los de a millón al año, y sus beneficios, que antes revertían en la Hacienda pública española, que somos todos, ahora engordan las cuentas de resultados de grupos empresariales privados nacionales o foráneos. Sólo una palabra define esto: SAQUEO. Y Ahora le toca el turno a lo que falta, empezando por AENA, luego irá Loterías del Estado, junto con la sanidad, la educación y el restante etcétera, porque estos sinvergüenzas lo primero que hicieron fue poner en venta su falta de integridad, falta de honestidad e indecencia.

Si tuviéramos que destacar tres de las muchas razones que hay para no privatizar AENA, desde Las mentiras de Barajas destacaríamos tres:

1. Porque es innecesaria económica, técnica y socialmente. Su privatización no va a resolver ningún problema económico ahora y sí va a privar al Estado, es decir a todos, de unos ingresos recurrentes año tras año. La gestión técnica y operativa no va a mejorar con la privatización y al contrario corre el riesgo de empeorar porque los servicios públicos que se privatizan pierden su sentido de interés general que se convierte en interés privado, lo que traerá como consecuencia un daño a la sociedad.

2. Para evitar la corrupción. Precisamente ahora ha sido posible controlar, detectar y cortar prácticas corruptas, como las iniciadas por el PP en la etapa de Álvarez-Cascos y Aznar. Una empresa privatizada es un foco de corrupción al no estar prohibidas por ley las llamadas puertas giratorias, por la que políticos acaban sus días en estas empresas con sueldos millonarios ocupando puestos de lo más variopinto e imaginativamente desafiante.

3. Porque pone en riesgo la seguridad aérea. Si bien defienden que puede evitarse con una regulación adecuada, ¿acaso la regulación financiera evitó la crisis? ¿acaso las empresas no siguen contaminando impunemente a pesar de la regulación medioambiental? En el Reino Unido tras la privatización del servicio de ferrocarriles la seguridad y la calidad del servicio cayó en picado. Quizá cuando se den cuenta del error entonces sea demasiado tarde para intervenir, y los políticos al uso nunca reconocen los errores y los achacan a la fatalidad, cuando la única fatalidad son ellos. Las empresas privadas suelen transitar por la cuerda floja en lo que se refiere a las restricciones regulatorias necesarias, y cuando lo que tenemos entre manos son aviones y mecheros, las consecuencias pueden ser desastrosas.

Hay muchas más razones para no privatizar AENA, pero una sólo de estas tres debería ser suficiente para detener este despropósito.
El daño que han hecho a la economía española PP y PSOE con sus privatizaciones totales o parciales, ideológicas o económicas, han supuesto a la hacienda española, que somos todos, la pérdida para siempre de miles de millones de euros en beneficios recurrentes año tras año, y que en lugar de ir a Sanidad, Educación, Medio Ambiente o Servicios Sociales hayan acabado en los bolsillos privados y las cuentas de resultados de fondos de inversión nacionales, en su minoría, o extranjeros, en su mayoría.

Renacionalizar AENA sería costoso, pero de justicia; lo mismo que los servicios públicos los gestionasen empresas públicas dirigidas por técnicos y no por políticos, que existiera una banca pública al servicio del ciudadano y pequeño empresario, y que los políticos sacasen sus manazas de la gestión empresarial, lo que sería además de sentido común y de mucho agardecer.