Escribo estas reflexiones porque me han llamado poderosamente la atención la respuesta que un tal El Manías dio a un comentario mío en el debate de la noticia Un comandante de Iberia se despide con un vuelo bajo en su último servicio, y el artículo de El Norte de Castilla, escrito por Ángel Luis Inurria y publicado en Aviación Digital, Pilotos bajo sospecha.
En mi comentario a la noticia Un comandante de Iberia se despide con un vuelo bajo en su último servicio, quería llamar la atención de por qué Iberia permite a sus pilotos, como cortesía en su último vuelo, realizar determinadas maniobras o prácticas, por supuesto sin poner en riesgo la seguridad del vuelo, y sin embargo no sólo les permite sino que les obliga a operar en un aeropuerto en el que es peligroso aterrizar, despegar, realizar una frustrada e incluso moverse en tierra; siendo además casi todas las operaciones económicamente ineficientes.
Reitero estas preguntas ¿Por qué Iberia consiente y acepta sin la más mínima protesta ante AENA, la AESA o la Dirección General de Aviación Civil, y obliga a sus pilotos a operar en el Aeropuerto de Madrid-Barajas en las condiciones operativas actuales, a sabiendas de que no son seguras?
No voy a enumerar todos los riesgos de las operaciones que se llevan a cabo en este aeródromo, las pueden consultar en los múltiples artículos publicados en este medio, Las mentiras de Barajas, pero sí les reitero la pregunta porque no entiendo por qué razón, inconfesable e inconfesada, Iberia consiente y acepta sumisamente la aberrante imposición de AENA de utilizar Barajas como si de dos aeropuertos independientes se tratase: Uno para en el que se llevan a cabo las aproximaciones, aterrizajes y frustradas y otro en el que se efectúan los despegues y salidas. Funciones que se intercambian según les viene en gana, porque ni siquiera depende del viento, como sucede en el resto de aeropuertos del mundo.
Sugiero, suplico, exijo a Iberia que ofrezca y haga pública una explicación convincente de por qué a todas las pistas del Aeropuerto de Madrid-Barajas les han mutilado una de sus funciones y lo aceptan tal cual. ¿Por qué en las pistas 36L, 36R, 14L y 14R no se puede aterrizar y por qué desde las pistas 18L, 18R, 32L y 32R no se puede despegar?
Iberia, ¿por qué obligas a tus pilotos a realizar operaciones simultáneas segregadas a pistas cruzadas? ¿Por qué acatas sumisamente la imposición de AENA y no te rebelas por la seguridad de tus tripulaciones y pasajeros?
Son preguntas a las que Iberia debería dar una respuesta.
Y me sorprende la respuesta que a mis preguntas dio El Manías, de la que extraigo el sorprendente párrafo “Amigo Luis, lo tuyo en este Hilo de Opinión, ya es Mal-Sana Envidia a un Compañero, que viendo su retiro proximo, hizo lo que podía y le salió de los Huev... y lo hizo, porque Podía y Sabía, como hacerlo, con su A-340.” Porque, estimado Manías, los pilotos no hacemos lo que nos sale de los huevos, hacemos lo que debemos para transportar el pasaje y a nuestra tripulación, con todas las garantías de seguridad, del punto de origen a su destino.
Y sobre el artículo Pilotos bajo sospecha quisiera comentar algunos párrafos y hacer una reflexión final en forma de pregunta.
Los pilotos de Iberia se debaten entre dar o no dar la batalla de la huelga en una guerra perdida. Los pilotos italianos que bombardearon Barcelona en nuestra guerra civil son denunciados por crímenes de guerra, y, por si fuera poco, la actualidad cinematográfica enfrenta opiniones sobre lo que rodea a la película “El vuelo”, cuyo protagonista es un comandante de línea aérea de pasajeros que no contento con acudir a realizar su vuelo programado sin haber realizado el descanso debido, con unos índices de alcohol y cocaína prohibitivos, continua consumiendo vodka en el propio avión antes del despegue. A pesar de ello, cuando surge una emergencia sabe resolverla merced a una inusual maniobra fruto de su pericia que “sólo”, solo deja el saldo negativo de media docena de cadáveres: cine es cine.
El autor mezcla tantas cosas, como agua y aceite, que le ha faltado incluir la floja película del genio Almodóvar, Los amantes pasajeros, y todo lo que en ella les acontece a los pilotos, para rematar la faena. Los pilotos de Iberia harán lo que sea mejor para la compañía y sus empleados, lo llevan haciendo y no será ahora cuando fallen, igual que los demás colectivos de trabajadores. Sobre los pilotos italianos, militares que cumplían órdenes, lo mismo que el piloto del Enola Gay, orgulloso de no sé qué, porque nadie debería sentir orgullo por lo que se hace en una guerra. Y la película de El vuelo, aparte de la magistral interpretación de Denzel Washington, todo lo demás es añadidura para ensalzar el mérito del piloto; pero de lo que pocos espectadores se dan cuenta es en el malhacer de la compañía y sus directivos, que no hicieron caso del informe de inspección y no enviaron a reparar un avión que estaba destinado al accidente. ¿Acaso no suena esto a Javier “Eliot Ness” Aguado del Moral y su guerra contra los innumerables incumplimientos de seguridad de las compañías en connivencia con la AESA, AENA y la Dirección General de Aviación Civil?
Tal vez el antaño “todopoderoso Sepla”, el Colegio llegó tarde, actualmente enarbolador de la seguridad aérea, sea el culpable de no haber sabido comunicar a la opinión pública qué es y qué significa ser piloto, aunque en estos días aúne a asociaciones de consumidores y de víctimas de accidentes aéreos cuando denuncia y se manifiesta ante la amenaza de los previsibles tiempos de descanso y trabajo que van a reglamentar sus jornadas laborales, a todo punto favorecedores de fatiga, factor relacionado con el veinte por ciento de los accidentes que sufre la aviación, cifra que no representa nada para el capitalismo europeo aeronaútico, para eso están los seguros, pues la seguridad sí tiene precio, es alto, y no están dispuestos a pagarlo.
Sí, tal vez sea culpable, aunque ahora tenga razón el Sepla, como se deduce por la rectificación de las autoridades estadounidense ante un proyecto similar que favorecía la fatiga y el riesgo de accidentes, sociedad que siempre va por delante en el mundo del transporte aéreo como ejemplifica la asistencia que dan, bajo determinadas circunstancias, a los pilotos que sufren depresión. Aquí, el piloto que cumpla con el precepto de no volar si se encuentra disminuido pondrá en peligro su puesto de trabajo, y si sufre depresión no deberá medicarse.
No creo que la seguridad sea la excusa. La seguridad es lo más importante y por eso no se cuestiona, pero llegados a estos extremos y a la situación actual en el que se considera a los pilotos como meros conductores de autobuses alados, sí es necesario hacer pedagogía sobre la seguridad aérea. Y esto es difícil, porque la falta de seguridad es insípida, inodora e incolora, pero mata.
El resto del artículo no me agrada demasiado, ni somos héroes ni frívolos; somos profesionales, pilotos por vocación, la seguridad es nuestra máxima, y nuestra mayor satisfacción es dar la bienvenida al pasaje al destino en el que acabamos de tomar tierra.
Y termino con mi reflexión final. Si en el desgraciado y evitable accidente del vuelo JK5022 de 20 de agosto de 2008 en el Aeropuerto de Madrid-Barajas, para la CIAIAC y la justicia son los pilotos los culpables porque no configuraron correctamente el avión en modo despegue al no desplegar los flaps y slats, ¿por qué el piloto del vuelo del MD-83 de Mapjet que despegó del Aeropuerto de Lanzarote y que tampoco configuró el avión correctamente en modo despegue al fallarle la alarma de mala configuración en el despegue (TOWS, Take Off Warning System), no ha sido declarado culpable por la CIAIAC ni imputado por la justicia por homicidio imprudente en grado de tentativa de la tripulación y pasaje?