La seguridad aérea es de interés público y afecta a toda la sociedad (Javier Aguado del Moral)


In times of universal deceit, telling the truth becomes a revolutionary act (George Orwell)


Cuando el sabio señala la luna, el necio se queda mirando el dedo (Confucio)

lunes, 9 de junio de 2014

EN EL PAÍS DE LOS ENERGÚMENOS, HAY QUIEN BRILLA CON LUZ PROPIA



Vivimos en un mundo que ha sustituido el silencio por el ruido, el tiempo de la reflexión por la urgencia y las prisas, la sensatez por la irresponsabilidad. Y no nos referimos al ruido que provoca el tráfico aéreo, ni al ambiente de un aeropuerto en hora punta, ni a los criterios que por lo general rigen la toma de decisiones de los dirigentes políticos y empresariales. Nos referimos a que en la sociedad, sistema, mundo, o llámese como quiera, en que vivimos por lo general no consigue nada el que trabaja en silencio, el que dedica tiempo a la reflexión o actúa con sensatez; lamentablemente obtiene más el que más grita, el que más avasalla, el más irreflexivo y el más irresponsable. Y, si en esta sociedad, sistema, mundo, o llámese como quiera, en que vivimos, además de gritar cuanto más alto, irreflexiva e irresponsablemente se pueda, se dispone de los recursos económicos, nada despreciables ni accesibles al común de los mortales, para entablar pleitos a diestro y siniestro, amén de los necesarios contactos políticos, mediáticos y de otra índole que el lector puede suponer, sobre y especialmente bajo cuerda, entonces el éxito está casi garantizado.

Al hilo del éxito de los energúmenos, y aunque no viene al caso el tema de fondo, sí nos ha parecido apropiado el título y el primer párrafo del artículo que Elvira Lindo publicó en El País el pasado domingo 18 de mayo, No cabe un tonto más. Lo adjuntamos:

No cabe un tonto más

Ganan los que más chillan. Y España se ha convertido en un país de gente impulsiva y gritona
Cuando los vociferantes gritan, las personas sensatas se callan. Sucede en el universo de la vida privada. Los que más gritan son los que más hablan. Y por algún misterioso apaño de la madre naturaleza que los científicos aún no han considerado estudiar, las personas que avasallan, que se apoderan del tiempo en que los demás deberíamos intervenir, que nos vencen en el debate porque nos marean, porque nos rendimos ante su agresividad, esas personas están dotadas de un tono de voz imperioso, a menudo, desagradable, chillón, indestructible. La fisiología acompaña a su carácter mandón y no hay manera de que se callen. Ese tipo de personas de las que llevo huyendo toda la vida, porque mi voz es pequeña y mi garganta frágil, son las que se han apoderado del espacio público.

Gritan en televisión, en las redes, en la radio, las oigo vociferar en las páginas de los periódicos. Hay veces que hasta salta a los ojos la saliva que proyectan sus palabras cuando lees alguna de sus columnas. Ganan los que más chillan. Y España se ha convertido en un país de gente impulsiva y gritona.



Y viene al hilo de la cuestión que queremos tratar en este artículo sobre las sucesivas victorias judiciales, mediáticas, políticas que van obteniendo los residentes en la urbanización Santo Domingo, ubicada en el término municipal de Algete, entre la autovía A-1 y el río Jarama, justo en la prolongación de los ejes de las pistas 36L/18R y 36R/18L del Aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-Barajas, en su pleito contra AENA y el Ministerio de Fomento por la leve afección que tiene por el tráfico aéreo cuando el aeropuerto opera en configuración sur, que es aproximadamente un 20% del tiempo. Su éxito radica en que son los que más gritan, los más energúmenos, los más chillones, aparte de disponer de cuantiosos recursos económicos (no es de extrañar vistas las casitas y cochecitos que gastan) y algún que otro contacto en muchas esferas, entre las que nombro la mediática y la política.

Victorias judiciales que lo único tangible que han dado es una riada de euros a costa del contribuyente español, para unos señores que no se distinguen precisamente por pasar apuros a final de mes ni tampoco sufrir el ruido atronador que dicen sino más bien un ruidito. Sin embargo la creciente sensatez de los operadores del aeropuerto de operar en configuración sur en cuanto el viento sopla de este cuadrante, y que es curiosamente el de los vientos dominantes en la zona, no vaya a ser que algún avión se vuelva contra el suelo por despegar o aterrizar con el viento de cola, ha provocado un incremento, nada despreciable, en el tráfico aéreo que discurre por el pasillo natural aeronáutico en el que habitan.

No obstante, esta vez ha sido diferente. El Tribunal Supremo se ha cansado ya y ha pronunciado un silencioso basta, con puñetazo encima de la mesa incluido, en forma de sentencia judicial en contra.


Adjuntamos la noticia publicada en el medio local Ser Madrid Norte sobre el no reconocimiento de la lesión del derecho fundamental de la integridad física:

El Supremo no reconoce la lesión del derecho fundamental de la integridad física de los vecinos de Santo Domingo

La Sala de los Contencioso-Administrativo del Supremo ha desestimado el recurso planteado por siete vecinos de la Urbanización Ciudad Santo Domingo de Algete que consideraban lesionado su derecho a la vida, integridad física y moral por el ruido de los aviones en los días en los que el Aeropuerto Adolfo Suárez Barajas opera en configuración sur. El Supremo afirma que la incidencia del ruido en la salud de los recurrentes no alcanza los niveles de gravedad necesarios para que pueda tenerse por producida la lesión del derecho recogido por la Constitución.

El Tribunal Supremo recuerda que ya en la sentencia de octubre de 2008 se descartó la lesión del derecho a la vida, argumentada por los vecinos por el peligro de desprendimiento de bloques de hielo de las aeronaves. Una posibilidad descartada por improbable.

La Sala si entra a analizar la lesión al derecho a su integridad física. En la sentencia se reconoce que la salud de los vecinos recurrentes si se ha visto afectada por el ruido pero “como una incidencia en patologías previas de los denunciantes” y tal y como ellos mismos reconocen “los síndromes psiquiátricos que se les han diagnosticado pueden ser considerados de carácter leve o moderado”.

Para el Supremo la incidencia del ruido en su salud no alcanza los niveles de gravedad que son necesarios para que pueda tenerse por producida la lesión del derecho a la integridad física que les reconoce el artículo 15 de la Constitución.

La Asociación contra el Ruido y Riesgo de los Aviones en Ciudad Santo Domingo de Algete va analizar con profundidad está sentencia del Supremo, aunque a priori valoran positivamente que el Supremo haya reconocido que “el entorno acústico de la urbanización genera daño a la salud”.

El Supremo anula la sentencia de diciembre de 2012 del TSJM “porque hubo aspectos del recurso sobre los que no se pronunció” pero lo desestima al entrar a ver el fondo de la demanda. La sentencia recuerda que no puede pronunciarse en este procedimiento a la defensa de los vecinos de su derecho a la protección de la salud y recuerda que si se ha reconocido la vulneración del derecho a la intimidad domiciliaria.


Y con esta sentencia queda claro que sólo queda reconocido la vulneración del derecho a la intimidad domiciliaria, es decir, que el ruido se meta en casa sin ser invitado. Cuestión que fácilmente se solucionaría con un aislamiento adecuado. El problema es que estos afectados han trabajado intensamente para reducir la afección que por su situación geográfica les tocaría; recordemos que la urbanización Santo Domingo está situada justo en la prolongación de los ejes de las pistas 36L/18R y 36R/18L del Aeropuerto de Adolfo Suárez Madrid-Barajas, y que en contra de los criterios técnicos operacionales y de seguridad, medioambientales y sociales, le han echado los aviones al resto de vecinos de Algete y San Sebastián de los Reyes.

Con esta sentencia el Tribunal Supremo deja claro que la solución pasa por aislar las viviendas e impedir que el ruido se cuele en casa como un invitado no deseado. Esperamos que AENA tome nota y les aísle sus viviendas, solucione el problema de una vez y deje vivir a estos vecinos tranquilos, y que al mismo tiempo estos vecinos dejen a los otros vecinos más tranquilos aún, sin el problema y sin los gritos de unos cuantos.