"Si no aterrizo, me matará", dijo el capitán Arkadiusz Protasiuk minutos antes de que su nave se estrellara en suelo ruso.
El piloto del Tupolev 154 que intentó aterrizar en el Aeropuerto de ciudad rusa de Smolensk y en el que llevaba al presidente de Polonia, Lech Kaczynski, y a buena parte de la cúpula institucional, política y militar del país que se dirigían al homenaje de las víctimas del bosque de Katyn, no fue culpable del accidente.
Durante meses fue señalado por sus compatriotas como responsable, como culpable de descabezar a Polonia. Las conversaciones grabadas en la caja negra lo exculpan. No es culpable porque lo obligaron a aterrizar. Su madre Lucyna era de las pocas voces que clamaban por su inocencia. ¿Quién mejor que una madre nos conoce?
Desde Las mentiras de Barajas queremos rendir un pequeño homenaje al capitán Arkadiusz Protasiuk, y suscribimos las palabras de Gonzalo Suárez en El Mundo:
“Lo suyo no fue imprudencia, sino simple cobardía. Es el perdedor por el eterno –y universalmente comprensible- pánico a contrariar al jefe.”
Si no llega a intentarlo ahora sería un apestado en su país, un miedoso que no supo hacer gala de las virtudes del siglo XXI, empezando por el liderazgo y terminando por la capacidad en la toma de decisiones. Y despreció otras virtudes universales: el sentido común y la prudencia.
Que lo recuerden otros: Lo que puede salir mal saldrá mal porque las imprudencias se pagan.
Va por ti, Arek, y por tu familia, y especialmente por tu madre Lucyna.