El 30 de diciembre de 2006, a las 9:01 de la mañana, la organización terrorista ETA rompió el alto el fuego que había declarado el 22 de marzo anterior con un atentado con furgoneta bomba en el aeropuerto de Barajas. En el atentado murieron dos personas y veinte resultaron heridas. (Para más información consultar los siguientes enlaces: Vídeo del atentado, Enlace de la Wikipedia sobre el atentado ETA en el Aeropuerto de Madrid-Barajas).
Esta foto es del aparcamiento de la Terminal 4 (T4) del Aeropuerto de Madrid-Barajas, hecha este mes de septiembre
Huelgan las palabras, pero es evidente que la desidia de sus gestores ha convertido este aparcamiento en una especie de cementerio de coches, furgonetas, etc., abandonados. Aeropuerto de Madrid-Barajas, basurero aeronáutico de Europa donde opera lo que no quieren en París, Londres, Amsterdam, etc., y ahora destino de vehículos de cuatro ruedas en fase terminal.
Una vuelta por las distintas plantas de los módulos de que consta este aparcamiento pone de manifiesto que la situación que muestra esta foto no es casual ni un caso aislado.
Casi cinco años después, Dios no lo quiera, cualquier malintencionado puede dejar un coche atestado de explosivos y perpetrar otro atentado sin riesgos.
Esta foto, reflejo del estado en que se encuentra un lugar simbólico, marcado por la sinrazón del terrorismo etarra, y representativo, al ser lo primero que verán millones de pasajeros que visitan Madrid, España, reclama las dimisiones de los responsables de la seguridad de este aeropuerto, empezando por la renuncia o cese de su director. Esta vez hablamos de security.
Mientras los señores Miguel Ángel Oleaga Zufiría y José Sanz Dodero aparcan su coche en los reservados, millones de usuarios de este aeropuerto inseguro, tienen que convivir con un variado elenco de vehículos abandonados, entre los que un malnacido puede encontrar el parapeto de sus miserables intenciones.
En el Aeropuerto de Madrid-Barajas, al riesgo cierto de accidente aéreo, se añade el riesgo de que una bomba vuelva a explotar, casi cinco años después.